La memoria se puede entrenar, y el olvido?

La memoria es un bien muy preciado, pero del olvido nadie se acuerda, a pesar de que es tan importante como recordar. El cerebro solo puede registrar adecuadamente los recuerdos si tambin es capaz de gestionar el olvido; es un proceso dinmico. Hay razones prcticas y psicolgicas para que sea as y cada vez se

La memoria es un bien muy preciado, pero del olvido nadie se acuerda, a pesar de que es tan importante como recordar. El cerebro solo puede registrar adecuadamente los recuerdos si también es capaz de gestionar el olvido; es un proceso dinámico. Hay razones prácticas y psicológicas para que sea así y cada vez se conocen mejor los procesos cerebrales que hacen posible el equilibrio entre la información que se conserva y la que se desecha (o queda en segundo plano).

Las teorías vigentes y más aceptadas sobre cómo olvidamos consideran que el olvido no es tanto una pérdida de información como una menor facilidad de acceso a esas memorias. Carlos Vara, biólogo y doctor en Humanidades, lo describe como un “menor acceso a ciertos patrones de actividad porque el mundo cambia y primamos ciertas actividades frente a otras”. Por lo tanto, por una cuestión práctica, “las otras hay que ponerlas en lugares menos accesibles porque si no generan ruido y, lejos de ser algo beneficioso, recordar demasiado acaba siendo un problema”.

No es frecuente, pero a lo largo de la historia se han documentado casos de personas que eran capaces de recordar prácticamente todo. ¿Bendición o maldición? Vara tiene claro que los inconvenientes de tener una memoria portentosa superan con creces a los beneficios. “Un exceso de conocimiento puede llegar a ser paralizante porque ese individuo es capaz, incluso, de generar simulaciones de todas las posibles cosas malas que pueden ocurrir”, señala. Al final, lo que suele ocurrir es que esas personas tienen muchas dificultades para tomar decisiones y reaccionar ante esa avalancha de información.

Funciones que cumple el olvido

“Olvidar no solo es beneficioso, sino necesario”, afirma Nina Gramunt, neuropsicóloga y directora técnica del Área Social y de Divulgación de la Fundación Pasqual Maragall. “Imaginemos por un momento que no olvidásemos nada, que recordásemos absolutamente todo lo que nos pasa cada día en todas las situaciones; obviamente, sería insostenible. No solo porque desde el punto de vista neurobiológico la capacidad de recordar es limitada, sino porque también es un mecanismo de protección”. Hay cosas que es preferible olvidar porque no las necesitamos para nuestra vida cotidiana y otras que nos conviene desterrar para proteger nuestra salud mental.

El olvido cumple una función evolutiva, según Vara, porque “nos ayuda a adaptarnos mejor a un mundo que está en constante cambio”. Los seres vivos en general -y los humanos en particular- deben ser capaces de reaccionar de la forma más apropiada y rápida tanto a las situaciones novedosas como a las que recuerdan o son iguales a otras ya vividas. El olvido permite reorganizar los datos o patrones de actividad que se almacenan en el cerebro para acceder de forma más eficaz a aquellos que se precisan en cada momento. 

Desde otra perspectiva, el olvido también es necesario para el aprendizaje. El dicho “de los errores se aprende” no siempre se cumple. Gramunt alude a teorías y métodos de aprendizaje que sostienen que “el aprendizaje debe ser sin error para evitar que prevalezca ese recuerdo por encima del que se genera cuando se ha realizado correctamente”.

La imaginación y la creatividad se nutren, igualmente, del olvido. “Hay artistas y escritores que trabajan desde la memoria, pero un exceso acaba limitando demasiado la imaginación”, apunta Vara, para quien estas aptitudes se basan en “una capacidad de recombinar más libremente experiencias o elementos de experiencias del pasado”.

Por último, pero no menos importante, el olvido incide de forma muy positiva en el bienestar mental. La capacidad de olvidar las malas experiencias es fundamental para seguir adelante. El ejemplo más extremo de lo que ocurre cuando alguien no es capaz de dejar atrás el pasado es el trastorno por estrés postraumático, que puede describirse de forma resumida como el recuerdo recurrente y molesto de un episodio traumático insoportable. De hecho, tal y como precisa Gramunt, “en psicoterapia se trabaja de forma activa con formas de supresión o de represión de recuerdos para poder tratar los síntomas psicológicos que están asociados a esas situaciones traumáticas o desagradables”.

Así consigue el cerebro olvidar los recuerdos

El conocimiento sobre cómo hace el cerebro para seleccionar aquello que recuerda y lo que olvida ha avanzado notablemente en los últimos años. Las teorías más aceptadas se basan en la existencia de unas células de engrama (en inglés, engram cells) que son, en palabras de Vara, “como patrones de conexiones”. Ante una determinada vivencia, “el recuerdo no va a una neurona exacta, sino que se almacena en una forma de patrón, de conexión entre diversas neuronas”. Cuando tenemos conocimiento de una información o hacemos alguna actividad, “esas neuronas, a través de una serie de neurotransmisores y de información que comparten, se quedan más predispuestas para repetir esa actividad o para recordar ese dato”. Cuando se vuelve a introducir una información parecida, la misma red de neuronas que se conectó la primera vez vuelve a activarse en conjunto.

El biólogo y doctor en Humanidades aclara que los recuerdos “no son datos aislados o una información exacta, sino que son como distintos tonos de color en un cuadro, que no forman un trazo exacto, sino un patrón de colores y formas”. Cuando tenemos interiorizada una acción, podemos acceder de una forma inmediata y distintiva a esos patrones. Pero el acceso se debilita ante determinados cambios. Vara pone como ejemplo el conocimiento de las calles de una ciudad: “Si una persona vive en Madrid, tiene el callejero de la ciudad en su cabeza perfectamente interiorizado, pero si luego se muda a Barcelona tiene que desarrollar otros patrones de memoria”. Y es entonces cuando “el acceso a los patrones que tenía de Madrid se debilita”. No es que se pierda la información sobre Madrid, sino que sería algo así como si “a la puerta de entrada que delimita esa parte de información guardada en el cerebro se le pusiera una clave de seguridad para que no interfiera con otras cosas que esa persona necesita aprender”.

De lo anterior se deduce que el olvido no se produce porque haya una falta de espacio en cerebro que obligue a reemplazar unos recuerdos por otros, sino porque la memoria se adapta a los cambios en la vida de la persona. “Si alguien deja de hacer una actividad o se esfuerza en querer olvidarla por el motivo que sea, genera otro tipo de asociaciones entre las células que pueden participar en distintos recuerdos, pero el patrón anterior no desaparece, sino que queda más sepultado”, señala Vara.

Cómo entrenar el olvido

La memoria se puede entrenar de muchas maneras, unas más eficaces y con mayor respaldo científico que otras. Además, en el día a día es posible poner en práctica trucos o tips que ayudan a fijar aquello que necesitamos recordar en cada momento. “No hay una estrategia infalible” puntualiza Gramunt, pero anima a utilizar distintos recursos para centrar la atención. Por ejemplo, formar un acróstico con la primera letra de las cinco cosas que se quieren recordar, o bien distribuirlas en categorías. “Si tengo que hacer la lista de la compra y quiero recordar los 8 productos que voy a adquirir, me resultará más fácil si los agrupo en dos o tres categorías, como lácteos, cárnicos, ultramarinos…”. Para recordar hechos históricos se pueden utilizar técnicas mnemotécnicas visuales. Así, unas gafas pueden ser la referencia para no olvidar que Carlo Magno fue coronado en el año 800, ya que se asemejan a un 8 tumbado.

Y para olvidar los malos recuerdos, ¿existen también estrategias eficaces? Vara comenta que existe cierta controversia en torno a lo que se conoce como olvido motivado, que a veces ocurre de un modo automático, como cuando se vive un evento traumático y el cerebro bloquea ese recuerdo, pero hay quien defiende que también se puede lograr de forma voluntaria. “Cuando alguien ha tenido una mala experiencia y nota que va a empezar a recordarla, hay expertos que sostienen que se puede controlar y apartar, que es posible forzarse a no recordar algo”. No obstante, insiste en que es un planteamiento “bastante polémico”.

En cambio, lo que sí considera que funciona es el denominado olvido por interferencia, que se puede lograr generando nuevos recuerdos que obstaculicen los previos. “Imaginemos que una persona solía ir mucho a una sala de cine hasta que, de repente, pasó algo muy malo”, relata Vara a modo de ejemplo. “Siguiendo las técnicas de olvido por interferencia, esa persona podría empezar a hacer cosas que le gusten en otra parte de la ciudad para cambiar esa memoria espacial, o bien volver a ese cine con personas hacia las que siente una gran afinidad, es decir, asociar ese lugar a actividades mucho más positivas”. En definitiva, se trata de “una forma de entrar en las redes de recuerdos y darles una luz distinta que los separe de esa red tupida y oscura que forma un mal recuerdo”.

Signos de alarma del olvido patológico

Queda claro que tiene que existir un equilibrio entre recuerdo y olvido. Es más, aprender a olvidar es un ejercicio muy recomendable. Pero un olvido excesivo resulta patológico y, de hecho, es el principal signo de alarma de demencias como la enfermedad de Alzheimer. Gramunt resume los signos de alarma que indican que la falta de memoria empieza a ser algo más que un problema de concentración o una situación pasajera en la que un excesivo estrés altera nuestra capacidad para recordar:

  • Olvidar cosas recientes y, en cambio, recordar perfectamente hechos pasados históricos o de la propia biografía. “Alguien no recuerda una conversación mantenida hace unos días y, sin embargo, describe con una gran claridad hechos sucedidos en su juventud”.
     
  • Olvidos que interfieren claramente en la realización de las actividades cotidianas. “Es decir, cuando tienen un impacto en el día a día de una persona que representa un cambio respecto a cómo ha sido siempre”.

ncG1vNJzZmibpZ6xosDEqaOuq16irrOvwGeaqKVfl7amusSsq5qqX2d9c36OaWloaGhkuqa5zqugmmWVo8Gzsc2aqWannKu2pbuMam5ybWRle6nAzKU%3D

 Share!